Descripción
El conjuro de los Eclipses: continuación. Libro III
En «El conjuro de los eclipses», Libro 3 —de una saga de tres libros— se narran los acontecimientos posteriores de la crónica precedente descrita en el Libro 2.
Sólo un búnker subterráneo —La Ciudad-Estado Intraterrena de Shambala—, de los centenares construidos a lo largo y ancho del planeta, consigue resistir indemne a la global conflagración atómica y radiactiva, y a sus apocalípticas consecuencias ulteriores; ya que el planeta entero es sometido al inclemente rigor de un invierno nuclear que se prolonga durante varias décadas consecutivas.
Unos 100.000 shambalianos, luego de convivir soterrados en las simas abisales de la tierra, una estoica centuria, comienzan la colosal misión de recolonizar el ignoto y metamorfoseado Mundo Amarillo. Como si fuese un envilecido y degradado remedo del pasado Mundo Verde, los peregrinos del exótico cosmos ambarino, van a restaurar un orden social basado en clases sociales antagónicas; los poderosos amos Feudalis y los siervos Slugas. Esta atípica sociedad esclavista, cuyo modelo de gobierno los crueles tiranos definen como sistema feudaísta o feudaísmo, rápidamente degenera en formas de producción antiguas y pretecnológicas, las que, a causa de su paupérrimo atraso y primitivismo, de ningún modo estarán en condiciones de garantizar que la sojuzgada comunidad cubra sus necesidades básicas más elementales. Debido a este estado de cosas, fundamentado en una sumisión descarnada, el despotismo político y el terror del Estado, conlleva a que los avasallados Siervos Slugas se subleven en contra de sus amos Feudalis, y, luego de fragorosos años de organización clandestina y revolucionaria logren, por fin, derrotar a los déspotas y cristalizar sus ansiados anhelos de libertad y justicia social.
Lamentablemente, como ya ocurriera en el pasado, de manera cíclica y reiterada, en tantísimas gestas libertarias, en la aciaga historia de la humanidad, la gran epopeya emancipadora de los siervos Slugas es traicionada, desde el seno más hondo y sensible de sus propias filas revolucionarias. Y es así que se trunca, de la forma más indigna y humillante, la quimérica utopía de construir un mundo mejor y más solidario.
Dejo que mis lectores imaginarios descubran, por sí mismos, cómo y por qué la civilización humana, forjada por el racional homo sapiens, fenece y se extingue sin pena ni gloria de la faz del pródigo planeta Tierra; por cuanto ha de ser, la cósmica potestad del Universo sideral quien, mediante «El conjuro de los eclipses», ponga las cosas en su lugar y en su justa medida.